Si tu palmas, yo palmo.

El paso de la infancia a la edad adulta, en el caso de ser un hombre, supone perder un gran privilegio: el de salvarte en caso de que vayas en un buque de lujo que se resquebraja por momentos por el impacto de un iceberg.

Según el protocolo, si no se disponen de las barcas de emergencia suficientes para toda la tripulación, el hombre ha de dejar su plaza a la mujer. Pero en estos tiempos de lucha por la igualdad de género, este gesto podría ser considerado perfectamente como una acción machista y denigrante. Son las mismas que dicen que los hombres dejan pasar primero a las mujeres para ver el poderío de sus nalgas. Absurdas.

Aclarado esto, se ve que hoy por hoy todos somos iguales ante la ley... del mar. Así que la escena que podría haberse visto en la cubierta, si el Titanic se hubiera hundido en 2009, podría haber sido algo parecido a esto:

- Capitán: ¡Mujeres y niños: embarquen!

- Rose: ¿Cómo que primero mujeres y niños? ¿Y los hombres qué?

En ese momento, de entre la muchedumbre surge la figura de Alonso Caparrós, los tripulantes se agrupan cada uno en un bando según su sexo (el físico o el psicológico) y se inicia una batalla dialéctica, al estilo furor, en el que Jack y Rose se convierten en portavoces de los equipos:

- Rose: ¿Por qué sólo las mujeres tenemos derecho a salvarnos?

- Jack: ¡Porque las mujeres sois las que dais a luz!

- Rose: Nosotras damos a luz, ¿pero quienes son los que han de darle al interruptor? ¡Los hombres!

- Jack: ¡Os tenéis que salvar vosotras porque no nos necesitáis, podéis tener hijos por inseminación artificial!


- Rose: Claro que os necesitamos... ¿Con qué crees que nos inseminamos? ¿Con leche de burro? Eso ya lo probaron una vez y el resultado fue esperpéntico:

Burramón García.

- Jack y Rose: Gluglugluglu.


En el fervor de la guerra, mujeres y hombres (y viceversa) perdieron la noción del tiempo y se hundieron por igual; sin ningún tipo de discriminación.

Conclusión: en caso de hundimiento... ¡Maricón el último!.