Post-traumático.

Me han abierto los ojos. La aportación en forma de comentario de Markutis, me sirvió para darme cuenta de mi particular obsesión por el bizarro juego de la galleta.

Dispuesto a superar y a conocer el origen de ese trauma, me presenté voluntario al experimento de “La caja”, que emite Telecinco. Yo soy muy seguidor de este terapéutico programa. Mucho. Desde que lo veo ya he superado, por ejemplo, mi miedo a las mujeres que tienen miedo de las arañas. No soporto ver a una mujer gimiendo... en esas circumstancias.

El mismo día que fui yo, se presentaron otros casos. El más curioso era el de un muchacho que había abandonado a su mujer porque había descubierto que le tiraban los hombres (metáforica y literalmente hablando).

Su tratamiento consistió en proyectarle, en una gran pantalla, un trenecito de varios vagones en los cuales iban grabados varios sinónimos despectivos del término “homosexual”, para que aceptara así su nueva situación sexual: mariquita, bujarrón, vicioso, depravado, maricón y... yonki. ¿Yonki?

¡Campana y se acabó! Yonki y maricón, no son de la misma condición. A no ser que se refieran a que el chico en cuestión fuera adicto a que le inyectaran la proteína del amor.

Pero centrémonos en mi problema. Los expertos empezaron a pasarme imágenes...

...emitieron su diagnóstico...

...y consideraron que el origen de de mi trauma podía deberse a una extraña situación familiar: ¡Me dijeron que posiblemente esa fijación por las galletas y los lácteos se debía a que no había superado mi condición de niño adoptado! Estos psicólogos dicen cada sinsentido...