El último polvo...rón: El desenlace.

Mi condición de hombre-chocolate me convirtió en un hombre más completo. Por fin conseguí una tableta de chocolate en mi abdomen sin necesidad de ir al gimnasio y, lo mejor, mis testículos habían mutado en un par de Kinder sorpresa.

Era el amante perfecto: Tenía los huevos con sorpresa, hecho que provocaba una grata impresión. Justo la reacción contraria que provocaba Amor de Gran Hermano cuando decía a sus amantes lo de: “¡Sorpresa!, ¡Tengo huevos!.” NO es lo mismo.

También mejoró mucho mi relación con las mujeres en el ámbito no-sexual. Como ellas dicen que el chocolate es un sustitutivo del sexo pues... cuando lo dejaban con sus novios me llamaban. Primero me comían la cabeza (metafóricamente) explicándome sus problemas y luego me la comían (literalmente).

Es cierto que, solo me querían por mi físico: Hice muchas amistades por interés, era gente con muchos prejuicios sobre mi. Unos decían que era amargado y otros que era muy dulce. Otros, en cambio, malinterpretaron el concepto “chocolate”. Me llegaron voces de que Melendi insistía mucho en conocerme. Al final accedí y quedamos. Al principio fue muy cortés conmigo, pero en un ataque de mono se abalanzó sobre mí con una pipa de fumar. Después de intentar colocarse con un trozo de mi oreja me dijo: “Éste no es el chocolate que más me pone.” Así que sacó su otra pipa (la de matar) y de repente...

¡Me desperté! ¡Todo había sido un sueño! Estaba en la cama, acostado junto a Antonio Resines, abrazado a él... pero eso es otra historia.

NOTA: NO USÉIS LA POLLA EN VANO.